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Capitulo 10 Ronnie


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Durante un tiempo, se había reunido un grupo más grande en Bower's Point, pero uno a uno se habían ido hasta que sólo los cinco titulares quedaron. Algunos de los otros habían estado bien, un par de ellos eran incluso algo interesantes, pero entonces el licor y la cerveza comenzó a hacer efecto, y todos menos Ronnie creían que eran mucho más divertidos de lo que eran en realidad. Después de un rato, llegó a ser un poco aburrido y familiar.

Ella estaba parada sola al borde del agua. Detrás de ella, cerca de la hoguera, Teddy y Lance estaban fumando, bebiendo y, ocasionalmente, lanzándose bolas de fuego unos a otros, Blaze hablaba arrastrando las palabras y estaba totalmente colgada de Marcus. Se estaba haciendo tarde. No según los estándares de Nueva Cork; de vuelta en casa, ella no se presentaba en los clubes hasta la medianoche; pero teniendo en cuenta a qué hora se había levantado, había sido un largo día. Estaba cansada.
Mañana iba a dormir todo el día. Cuando llegara a casa, colgaría unas toallas o una manta sobre la barra de la cortina; infiernos, las clavaría a la pared si fuera necesario. Ella no tenía intenciones de pasar todo el verano despertándose al amanecer, incluso si iba a pasar el día en la playa con Blaze. Blaze la había sorprendido con la sugerencia, y en realidad sonaba bastante atractivo. Además, no había para hacer muchas otras cosas.
Anteriormente, después de que dejaran el comedor, habían caminado a través de la mayoría de las tiendas cercanas, incluyendo la tienda de música, que era genial, y después se habían ido a casa de Blaze para ver ‚The Breakfast Club‛, mientras estaba su madre en el trabajo. Claro, era una película de los años ochenta, pero Ronnie igualmente la amaba y la había visto al menos una docena de veces. A pesar de que estaba algo vencida, se sentía sorprendentemente real para ella era.
Más real que lo que estaba pasando aquí esta noche, sobre todo porque mientras más bebía Blaze, más ignoraba a Ronnie y más se aferraba a Marcus.  
A Ronnie ya no le gustaba ni confiaba en Marcus. Tenía un radar bastante bueno cuando se trataba de chicos, y ella sabía que había algo ‚mal‛ en él. Era como que faltara algo en los ojos de Marcus cuando hablaba con ella. Él decía las cosas correctas, ya no había más sugerencias locas acerca de irse juntos a Florida, por lo menos... y, a propósito, ¿qué tan raro fue eso? Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más le hacía poner los pelos de punta. No le gustaban Teddy ni Lance tampoco, pero Marcus... ella tenía la sensación de que actuar normal era simplemente un juego que jugaba para poder manipular a la gente.
Y a Blaze...
Fue extraño estar en su casa antes, porque parecía tan normal. Estaba en una tranquila calle sin salida y tenía brillantes contraventanas azules y una bandera norteamericana que ondeaba en el porche. En el interior, las paredes estaban pintadas de colores alegres, y un jarrón de flores frescas estaba ubicado en la mesa del comedor. El lugar era limpio, pero no de una forma neurótica.
En la cocina había un poco de dinero sobre la mesa, junto con una nota dirigida a Blaze. Cuando Ronnie vio que Blaze deslizaba unos billetes en su bolsillo y leía la nota, Blaze le mencionó que su madre siempre dejaba dinero para ella. Así sabía que estaba bien cuando no regresaba a casa.
Extraño.
Lo que realmente quería era hablar con Blaze sobre Marcus, pero sabía que no serviría de nada. Dios sabe que ella había lo aprendido por Kayla, quien vivía en la negación, pero aun así, no tenía sentido. Marcus era una mala noticia, y Blaze claramente estaría mejor sin él. Se preguntaba por qué Blaze no podía ver eso. Tal vez mañana hablarían de ello en la playa.
— ¿Te estamos aburriendo?
Volteó y vio a Marcus parado detrás de ella. Llevaba una bola de fuego, dejando que rodara por el dorso de su mano.
— Yo sólo quería llegar hasta el agua.
— ¿Quieres que te traiga una cerveza?
Por la forma en que se lo preguntó, podría decir que él ya lo sabía que iba a decir.  
— Yo no bebo.
— ¿Por qué?
Porque hace que la gente haga cosas estúpidas, podría haberle dicho. Pero no lo hizo. Sabía que cualquier explicación que le ofreciera sólo prolongaría la conversación.
— Simplemente no lo hago. Eso es todo.
— ¿‚Sólo di que no‛?* — se burló —. Si tú lo dices.
En la oscuridad, parecía llevar el fantasma de una sonrisa, pero sus ojos permanecían sombríos como pozos. — ¿Crees que eres mejor que nosotros?
— No.
— Entonces vamos. — Hizo un gesto hacia la hoguera —. Siéntate con nosotros.
— Estoy bien aquí.
Él miró por encima de su hombro. Detrás de él, Ronnie podía ver a Blaze excavando dentro del refrigerador para otra cerveza, que era lo último que necesitaba. Ella ya estaba inestable sobre sus pies.
Sin aviso previo, él dio un paso hacia ella, tomándola de la cintura. Apretó, acercándola más a él. — Vamos a caminar por la playa.
— No — dijo entre dientes —. No estoy de humor. Y quítame las manos de encima.
Él se quedó en su lugar. Ella sabía que Marcus estaba disfrutando de esto.
— ¿Estás preocupada por lo que pensaría Blaze?
— Simplemente no quiero, ¿de acuerdo?
— A Blaze no le importaría.
Dio un paso atrás, aumentando la distancia entre ellos. — A mí me importa — dijo —. Y ya me tengo que ir.  
Él siguió mirándola. — Sí, tú has eso. — Entonces, después de una pausa, habló fuerte para que los demás pudieran escuchar —: No, yo sólo me quedaré aquí. Pero gracias por preguntar.
Estaba demasiado sorprendida como para decir algo en respuesta. En vez de eso, ella comenzó a bajar a la playa, sabiendo que Blaze la estaba viendo, y de repente pensó que no podía salir de ahí lo suficientemente rápido.
En casa, su padre tocaba el piano, y tan pronto como entró, él miró el reloj. Después de lo que acababa de suceder, ella no estaba de humor para tratar con él, así que se encaminó hacia el pasillo sin decir palabra. Él debió de haber visto algo en su rostro, porque la llamó.
— ¿Estás bien?
Ella vacilo. — Sí, estoy bien — dijo.
— ¿Estás segura?
— No quiero hablar de eso.
Él la estudió antes de contestar. — De acuerdo.
— ¿Hay algo más?
— Son casi las dos de la mañana — señaló.
— ¿Y?
Se inclinó sobre el teclado. — Hay algo de pasta en la nevera por si tienes hambre.
Ella tuvo que admitir que la sorprendió que eso. Nada de sermones, nada de órdenes, nada de establecer las reglas. Casi lo opuesto a como mamá lo habría manejado. Sacudió la cabeza y se dirigió a la habitación, preguntándose si alguien o algo era normal aquí.
Se olvidó de colgar mantas en las ventanas, y el sol entraba como un láser en la habitación, despertándola después de haber dormido menos de seis horas.  
Gimiendo, se revolvió y puso la almohada sobre su cabeza, entonces recordó lo que había pasado en la playa la noche anterior. Luego se sentó, sabiendo que el sueño estaba fuera de la cuestión.
Marcus definitivamente le ponía los pelos de punta.
Su primer pensamiento fue que debió haber dicho algo la noche anterior luego de que él dijo eso en voz alta. Algo así como ‚¿De qué demonios est{s hablando?‛ o ‚Si piensas que iría a alguna parte a solas contigo, ¡est{s completamente loco!‛ Pero no lo había hecho, y sospechaba que simplemente alejarse era lo peor que podría haber hecho.
Ella realmente tenía que hablar con Blaze.
Con un suspiro, se obligó a si misma a salir de la cama, y se dirigió al baño. Rápidamente, se duchó y se puso un traje de baño debajo de su ropa, y luego llenó un bolso con toallas y loción. En el momento en que estaba lista, pudo escuchar a su padre tocar el piano. Otra vez. Ni siquiera en el apartamento en que vivían había tocado tanto.
Centrándose en la música, se dio cuenta que estaba tocando una de las piezas que ella había presentado en el Carnegie Hall, la mismo del CD que su madre había estado escuchando en el coche.
Como si ella no tuviera suficientes cosas que afrontar en este momento.
Necesitaba encontrar a Blaze para poder explicarle lo sucedido. Por supuesto, cómo hacerlo sin que Marcus quedara como un mentiroso podía ser un problema. Blaze querría creerle a Marcus, y quién sabía lo que él habría dicho después de que ella se fuera. Pero tendría que cruzar ese puente, y esperaba que, tumbadas en el sol, las cosas se suavizaran un poco y pudiera tocar el tema de forma natural.
Ronnie dejó su habitación y caminó por el pasillo cuando la música de la sala terminó, sólo para ser seguida por la segunda pieza que ella había desempeñado en el Carnegie Hall. Hizo una pausa, ajustando su bolso en el hombro. Por supuesto que haría eso. Sin duda porque la había oído en la ducha y sabía que estaba despierta. Sin duda porque quería encontrar un terreno en común.
Bueno, hoy no, papá. Lo siento, pero tenía cosas que hacer. Ella realmente no tenía ganas de esto. Estaba a punto de escabullirse hacia la puerta principal cuando Jonah salió de la cocina.
— ¿No te dije que tenías que comer algo bueno para ti? — Oyó a su padre decir.  
— Lo hice. Es un Pop—Tart.
— Yo estaba pensando más en algo en la línea de los cereales.
— Esto tiene azúcar. — Jonah tenía una expresión seria —. Necesito de mi energía, papá.
Ella comenzó a caminar rápidamente a través de la sala de estar, con la esperanza de llegar a la puerta antes de que él tratara de hablar con ella.
Jonah sonrió. — Oh, ¡hola, Ronnie! — Dijo.
— Hola, Jonah. Adiós, Jonah. — Cogió la manija de la puerta.
— ¿Cariño? — Oyó decir a su padre. Él dejó de tocar —. ¿Podemos hablar acerca de anoche?
— Realmente no tengo tiempo para hablar ahora — dijo, ajustando su bolso de mano.
— Yo sólo quiero saber dónde estuviste todo el día.
— En ninguna parte. No es importante.
— Es importante.
— No, papá — dijo con voz firme —. No lo es. Y tengo cosas que hacer, ¿vale?
Jonah indicó a la puerta con su Pop—Tart. — ¿Qué cosas? ¿A dónde vas ahora?
Esta era exactamente la conversación que había tenido la esperanza de evitar. — No es asunto tuyo.
— ¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?
— No lo sé.
— ¿Volverás para el almuerzo o la cena?
— No lo sé — resopló —. Me voy.
Su padre comenzó a tocar el piano otra vez. Su tercera pieza del Carnegie Hall. Él bien podría haber estado escuchando el CD de su madre.  
— Vamos a volar cometas más tarde. Yo y papá, quiero decir.
Ella parecía no oírle. En su lugar, se volvió hacia su padre. — ¿Podrías parar con eso? — Replicó ella.
Él dejó de tocar abruptamente. — ¿Qué?
— ¡La música que estás tocando! ¿Crees que no puedo reconocer las piezas? Sé lo que estás haciendo, y ya te dije que no voy a tocar.
— Yo te creo — dijo.
— ¿Entonces por qué siempre estás tratando de hacerme cambiar de opinión? ¿Por qué es que cada vez que te veo, estás sentado ahí tocando?
Ahora parecía genuinamente confundido. — No tiene nada que ver contigo — dijo —. Es sólo que... me hace sentir mejor.
— Bueno, eso me hace sentir enferma. ¿No lo entiendes? Odio el piano. ¡Odio haber tenido que tocar todos los días! ¡Y odio tener que seguir viendo siquiera la maldita cosa! — Antes de que su padre pudiera decir una palabra, se volvió, arrancó de la mano de Jonah el Pop—Tart, y salió por la puerta.
Le llevó un par de horas antes de que encontrara a Blaze en la misma tienda de música que habían visitado ayer, a un par de manzanas del muelle. Ronnie no había sabido qué esperar cuando fueron por primera vez a la tienda, parecía un poco anticuada para estos días, en la época de los iPods y de las descargas, pero Blaze le había asegurado que valdría la pena, y lo había hecho.
Además de los discos compactos, había verdaderos discos de vinilo, miles de ellos, algunos de ellos probablemente eran de colección, incluyendo una copia sin abrir de Abbey Road y un montón de antiguas s colgadas en la pared con las firmas de personas como Elvis Presley, Bob Marley y Ritchie Valens. Ronnie se sorprendió de que no estuvieran bajo llave y candado. Debían de ser valiosas, pero el hombre que manejaba el lugar parecía salido de los años sesenta, y parecía conocer a todo el mundo. Tenía el pelo largo gris recogido en una cola de caballo que le llegaba a la cintura, y sus gafas eran del mismo tipo que John Lennon había favorecido. Llevaba sandalias y una camisa hawaiana, y aunque era lo bastante viejo como para ser el  
abuelo de Ronnie, sabía más sobre música que nadie que hubiera conocido jamás, incluyendo un montón de música nueva Underground* de la cual ella ni siquiera había oído hablar en Nueva York.
A lo largo de la pared del fondo había auriculares donde los clientes podían escuchar discos y CD’s, o bien descargar música en sus iPods. Mirando por la ventana esta mañana, ella vio a Blaze tomando con una mano un auricular contra su oído, y con la otra golpeando levemente la mesa con sus dedos al ritmo de lo que fuera que estaba escuchando.
De ninguna manera estaba vestida como para pasar un día en la playa.
Ronnie respiró hondo y se dirigió hacia el interior. Por m{s feo que sonara −ella no creía que Blaze debía estarse emborrachando en primer lugar−, ella esperaba que Blaze hubiera estado tan ida que ya habría olvidado lo que pasó. O mejor aún, que hubiera estado lo suficientemente sobria como para saber que Ronnie no tenía ningún interés en Marcus.
Tan pronto como comenzó a recorrer el pasillo lleno de CD’s, Ronnie tuvo la sensación de que Blaze la estaba esperando. Ella bajó el volumen de sus auriculares, aunque no los apartó de sus orejas, y se volvió. Ronnie aún podía oír la música, algo fuerte y enojado que no conocía. Blaze recogió los CD’s.
— Pensé que éramos amigas. — Empezó.
— Lo somos. — Insistió Ronnie — Y te he estado buscando por todas partes porque no quiero que tengas una idea equivocada de lo que pasó anoche.
La expresión de Blaze estaba helada.
— ¿Te refieres a pedirle a Marcus que fuera a dar un paseo contigo?
— No fue así. — Declaró Ronnie — Yo no le pregunté eso. No sé cuál es su juego...
— ¿Su juego? ¿Su juego? — Blaze tiró los auriculares — ¡Yo vi la forma en que lo mirabas! ¡Escuché lo que le dijiste!
— ¡Pero yo no le dije eso! Yo no lo invité a ir a ningún lugar.
— ¡Trataste de besarlo!  
— ¿De qué estás hablando? No traté de besarlo...
Blaze dio un paso adelante.
— ¡Él me lo dijo!
— ¡Entonces está mintiendo! — Dijo Ronnie bruscamente, sosteniendo su terreno — Hay algo seriamente mal con ese tipo.
— No..., no..., ni siquiera vayas allí...
— Te mintió. Yo no lo besaría. Ni siquiera me gusta. La única razón por la que yo estaba allí fue porque tú insististe en que fuéramos.
Durante un largo momento, Blaze no dijo nada. Ronnie se preguntó si finalmente estaba entrando en razón.
— Lo que sea. — Dijo Blaze, su tono dejaba su significado perfectamente claro.
La empujó al pasar al lado de Ronnie, dando empujones mientras se dirigía hacia la puerta. Ronnie la observó marcharse, sin saber si estaba herida o enojada por la forma en que Blaze acababa de actuar, antes de decidir que era un poco de ambas. A través de la ventana, vio a Blaze irse molesta.
Hasta ahí llegó el intento de mejorar las cosas.
Ronnie no estaba segura de qué hacer a continuación: no quería ir a la playa, pero tampoco quería ir a casa. Ella no tenía acceso a un coche, y no conocía absolutamente a nadie. Lo que significaba... ¿qué? Que tal vez ella acabaría pasando el verano en algún banco dándole de comer a las palomas como algunos de los habitantes más extraños de Central Park. Tal vez ella acabaría nombrándolos...
A la salida, sus pensamientos se paralizaron por el repentino estruendo de una alarma, y miró por encima de su hombro, primero en curiosidad y luego en la confusión al darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Sólo había una manera de entrar y salir de la tienda.
Lo siguiente que supo fue que el hombre con cola de caballo corría hacia ella.
Ella no trató de correr porque sabía que no había hecho nada malo; y cuando el hombre con cola de caballo pidió su bolso, no veía razón para no dárselo. Obviamente, se había producido un error, y no fue hasta que el hombre tomó dos discos y media docena de  
los s firmados de su bolso, que se dio cuenta de que había tenido razón acerca de que Blaze la estaba esperando. Eran los CD’s que Blaze tenía en sus manos, y había tomado los s de la pared. En medio del shock, empezó a comprender que Blaze lo había planeado desde el principio.
De pronto mareada, apenas oyó al administrador decirle que la policía ya estaba en camino.

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