Telefe y Xat

Telefe en vivo

Xat

Capitulo 25 Steve



Lee el capitulo 12 de La Última Canción clikando Leer Mas



Ronnie tenía razón, él pensó. La canción era definitivamente moderna.
Él no había estado mintiendo cuando le había dicho que no había empezado de esa manera. En la primera semana, él se había intentado aproximarse a algo hecho por Schumann; algunos días después de eso, se había inspirado más en Grieg. Después de eso, era Saint—Saëns quien escuchaba en su cabeza. Pero al final, nada se sentía bien; nada de lo que hacía capturaba el mismo sentimiento que había tenido cuando había escrito esas primeras simples notas en un pedazo de papel.
En el pasado, él trabajaba para crear música que, fantaseaba, viviría durante generaciones. Esta vez no lo hizo. En vez de eso, experimentó. Intentó dejar a la música presentarse a sí misma y, poco a poco, se dio cuenta de que había dejado de imitar a los grandes compositores y estaba satisfecho de finalmente confiar en sí mismo. No es que hubiera llegado allí todavía, porque no lo había hecho. No estaba bien, y había una posibilidad de que nunca estuviera bien, pero de alguna forma esto se sentía bien para él.
Se preguntaba si éste había sido su problema todo este tiempo —que se había pasado su vida emulando lo que había servido para otros—. Tocaba música escrita otros cientos de años antes; buscaba a Dios durante sus caminatas en la playa porque eso le había servido al Pastor Harris. Aquí y ahora, con su hijo sentándose junto a él en una duna fuera de su casa y mirando a través de un par de binoculares, a pesar del hecho de que probablemente no vería nada, se preguntó a sí mismo si había hecho esas decisiones, menos porque pensaba que otros tenían las respuestas y más porque él tenía miedo de confiar en sus propios instintos. Tal vez sus profesores se habían vuelto su bastón y, al final, él había tenido miedo de ser él mismo.
— Hey, ¿papá?
— ¿Sí, Jonah?  
— ¿Vas a venir a visitarnos a Nueva York?
— Nada me haría más feliz.
— Porque creo que Ronnie va a hablarte ahora.
— Eso espero.
— Ella ha cambiado un montón, ¿no lo crees?
Steve dejó los binoculares.
— Creo que todos hemos cambiado un montón este verano.
— Sí. — dijo él — Creo que me he vuelto más alto, por una cosa.
— Definitivamente. Y has aprendido cómo hacer una ventana de cristal.
Él pareció pensar en eso.
— Hey, ¿papá?
— ¿Sí?
— Creo que quiero aprender a sostenerme sobre mi cabeza.
Steve dudó, preguntándose de dónde en la tierra había venido eso.
— ¿Puedo preguntar por qué?
— Me gusta estar de cabeza. No sé por qué. Pero creo que necesitaré que sostengas mis piernas. Al menos al principio.
— Estaría feliz de hacerlo.
Estuvieron callados durante un largo rato. Era una noche fragante e iluminada por las estrellas, y mientras observaba la belleza de sus alrededores, Steve sintió un repentino asalto de felicidad. Sobre pasar el verano con sus hijos, sobre sentarse en la duna con su hijo y hablar sobre nada importante. Él se había acostumbrado a días así, y temía el pensamiento de que terminarían pronto.  
— Hey, ¿papá?
— ¿Sí, Jonah?
— Es medio aburrido aquí fuera.
— Creo que es pacífico. — Respondió Steve.
— Pero apenas puedo ver nada.
— Puedes ver las estrellas. Y escuchar las olas.
— Las escucho todo el tiempo. Suenan lo mismo todos los días.
— ¿Cuándo quieres empezar a practicar ponerte sobre tu cabeza?
— Quizás mañana.
Steve puso su brazo alrededor de su hijo.
— ¿Qué pasa? Suenas algo triste.
— Nada. — La voz de Jonah era apenas audible.
— ¿Estás seguro?
— ¿Puedo ir a la escuela aquí? — preguntó — ¿Y vivir contigo?
Steve sabía que tendría que tratar esto con cuidado.
— ¿Qué pasa con tu madre?
— Quiero a mamá. Y la extraño, también. Pero me gusta estar aquí. Me gusta pasar tiempo contigo. Ya sabes, haciendo la vidriera, volando barriletes. Tan solo pasando el tiempo. He tenido mucha diversión. No quiero que se termine.
Steve lo acercó a sí mismo.
— Me encanta estar contigo, también. El mejor verano de mi vida. Pero si estás en la escuela, no estaríamos juntos como lo estamos ahora.  
— Quizás puedas educarme en casa.
La voz de Jonah era suave, casi asustada, y para Steve de verdad sonaba como su edad. La compresión de esto hizo que su garganta se tensara. Él odiaba lo que tenía que decir a continuación, aunque no tuviera otra opción.
— Creo que tu madre te extrañaría si te quedaras conmigo.
— Quizás puedas mudarte de vuelta. Quizás mamá y tú podrían casarse de nuevo.
Steve tomó una respiración profunda, odiando esto.
— Sé que esto es duro y que no parece justo. Desearía que hubiera una forma en que pudiera cambiar eso, pero no puedo. Necesitas estar con tu madre. Ella te quiere demasiado, y no sabría qué hacer sin ti. Pero yo también te quiero. Y quiero que nunca te olvides de eso.
Jonah asintió como si esperara la respuesta de Steve.
— ¿Todavía vamos a ir a Fort Fisher mañana?
— Si quieres. Y después de eso, tal vez podamos ir a los toboganes de agua.
— ¿Hay toboganes de agua allí?
— No. Pero hay un lugar no muy lejos de allí. Tan solo tenemos que acordarnos de traer nuestros bañadores.
— Ok. — Dijo Jonah sonando más animado.
— Tal vez vayamos a Chuck E. Cheese’s, también.
— ¿De veras?
— Si quieres. Podemos hacer que suceda.
— Ok. — Dijo — Quiero.
Jonah estuvo silencioso de nuevo antes de finalmente alcanzar la heladera portátil. Cuando sacó una bolsa de galletas, Steve sabía lo suficiente como para no decir nada.
— Hey, ¿papá?  
— ¿Sí?
— ¿Crees que las tortugas saldrán del cascarón esta noche?
— No creo que estén lo bastante listas todavía, pero no falta mucho.
Jonah juntó sus labios pero no dijo nada, y Steve sabía que su hijo estaba pensando sobre lo de irse de nuevo. Él lo apretó más cerca, pero dentro sintió algo romperse, algo que él sabía nunca sanaría bien.
Temprano a la mañana siguiente, Steve miró a la playa sabiendo que, si caminaba, simplemente lo haría para disfrutar de la mañana.
Dios, llegó a darse cuenta, no estaba allí. Al menos no para él, de todas formas. Pero eso tenía sentido ahora que lo pensaba. Si determinar la presencia de Dios fuera realmente así de simple, entonces él suponía que las playas estarían más llenas por las mañanas. Estarían llenas de gente en sus propias misiones, en vez de gente trotando o paseando a sus perros o pescando en el muelle.
La búsqueda por la presencia de Dios, él entendía ahora, era tan misteriosa como el mismo Dios, y ¿qué era Dios sino misterio?
Qué gracioso, a pesar de que le llevó tanto tiempo, verlo de esa forma.
Pasó el día con Jonah, justo como habían planeado la noche anterior. El fuerte fue probablemente más interesante para él que para Jonah, ya que él entendía algo de la historia de la guerra entre los Estados y sabía que Wilmington era el último puerto funcionando en la Confederación. Los toboganes de agua, por otro lado, fueron mucho más excitantes para Jonah que para Steve. Todos eran responsables de llevar su propio flotador hasta arriba de todo y, mientras Jonah era lo suficientemente fuerte las primeras veces, pronto Steve tuvo que hacerse cargo.
Honestamente, se sentía como si fuera a morir.
Chuck E. Cheese’s, un salón de pizza con una docena de videojuegos, mantuvo a Jonah ocupado durante otro par de horas. Jugaron tres partidas de hockey sobre mesa, acumularon unos cuantos cientos de tickets de juego y, después de intercambiar los tickets, salieron con dos pistolas de agua, dos pelotas saltarinas, un paquete de lápices  
de colores, y dos gomas de borrar. Ni siquiera quería pensar sobre cuánto le había costado.
Era un buen día, un día de risas, pero cansador. Después de pasar algún tiempo con Ronnie, él se fue a la cama. Exhausto, se quedó dormido en cuestión de minutos.  

0 personas comentaron esta nota:

Publicar un comentario

Share

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More